NOTICIAS -

Perdido en el laberinto

Por Sara Deym – Posadas

La incredulidad de Chong fue en aumento en veinticinco años de médico
clínico. Acostumbrado a encontrar la explicación física adecuada para todo
acontecimiento, no había espacio en su corazón para creer en razones más
allá de la ciencia.
Los delirios de la fiebre y el reposo hicieron que Chong no pudiera salir de la
cama; imaginaba cómo trabajaban las defensas del cuerpo. También se
preguntaba cómo les estaría yendo a todos en el hospital; era el director.
Cansado de divagar en pensamientos, salió por fin al patio y lo encontró un
desastre. El jardín no había sido el mismo desde la muerte de Laura: ella lo
cuidaba.
El viento de la tormenta de Santa Rosa sacudía las palmeras, el calor había
cedido. Quedó parado en frente al laberinto de madreselva para disfrutar del
frescor. La rigidez de una pared de hojas, a pesar del intenso viento, llamó su
atención. Se adentró en el laberinto, acercándose a la pared inmóvil mientras
todo a su alrededor entraba en caos. Escuchaba la lluvia en la lejanía, unas
gotitas lo mojaron. Se agachó de cuclillas para tocar la tierra, era áspera y roja,
y no concordaba con el césped húmedo que pisaba. Avanzó dentro de la pared
del laberinto. Notó preocupado la extrema longitud de las ramas; calculó que
debía estar del otro lado hacía tiempo.
Una luz lo cegó y vio el día radiante, tenía las sandalias manchadas de polvo.
Levantó la vista siguiendo la imponente cueva que se alzaba frente a él, estaba
inmersa en una montaña cuyo pico ascendía hasta perderse en el cielo.
Asustado miró alrededor, buscaba su laberinto pero sólo halló el borde de un
precipicio. Más abajo había un valle y un lago, ambos conformaban el fondo
circular de una hoya de rocas. Chong creyó que la medicación le había pegado
fuerte y todo era un sueño; un sueño que lo despertaba para volverse a dormir.
De la boca negra de la cueva vio salir una mujer con armadura. Chong aguantó
la respiración temiendo que la visión pudiera esfumarse en cualquier momento.
Emergieron de la tímida figura unas alas luminosas, el ángel corrió hacia él
amenazante. Empuñaba una lanza cuyo filo pinchó su cuello. Un suspiro y caía

hacia el abismo del precipicio. Lo empujó y Chong gritó atolondrado, cerró los
ojos esperando lo peor, pero otra fuerza lo volteó quedando decúbito, justo
antes del colapso.
Abrió los ojos, flotaba en el aire, vio sombras de alas proyectadas por el sol
detrás de sí sobre las rocas. «Quizás se arrepintió de matarme», pensó
confundido.
—¿Estás perdido? Te puedo llevar a algún lugar.
Escuchó del ángel aquellas palabras acompañadas de profundos aleteos, y en
su interior brotó la calma.
Chong lo supo entonces; se trataba de una mujer distinta a quien lo había
empujado de la cueva.
—¿Laura sos vos? —preguntó dolido.
—¿Quién es Laura?
La dulce voz le recordó su difunta esposa, contuvo el llanto de agradecimiento,
hace tanto no la sentía, hace tanto no sentía nada. En su pecho nació la
esperanza de ver a Laura de nuevo, y olvidarse del lugar de donde venía.
Aquel lugar lleno de causalidades físicas para fundamentar todo
acontecimiento.
Atragantado con las palabras, no pudo responder, arrugó el mentón. Intentó
descubrir el rostro de su heroína levantado la cabeza, pero ella se confundía
con el sol. Rendido, mantuvo la vista en el paisaje que sobrevolaban.
Chong sospechó que aunque todas eran ángeles, debía ser más cauteloso en
aquella dimensión desconocida: no sabía si todas eran buenas. Señaló
temblando el valle, supuso que allí habría un laberinto de madreselva parecido
al de su jardín.

La alada lo bajó en el lugar indicado y ascendió veloz, vigiló al oriental mientras
se perdía en el laberinto desde arriba. Vio familiaridad en aquellos ojos cafés,
algo en su interior ardía, como si quisiera recuperar recuerdos de otra vida

antes de sus luchas. Concluyó que necesitaba bendecir a Chong, así guardaría
su esencia.
—Yo te amparo de noche y de día, buen viaje. Nos veremos cuando tengas
esperanza y fe.

Chong entró a la casa por la puerta trasera, y se desvaneció en la cama. El
perfume de Laura invadió la habitación.